Implorar por agua: La cruda realidad que se vive en El Impenetrable

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Cuando avanzaba la mega obra del acueducto Lavalle – Castelli que finalmente se inauguró en mayo del año 2015, un grupo de ciudadanos autodenominados «Los amigos del Bermejo», hablaban de que ese proyecto iba a condenar al olvido a una gran parte de la población del Impenetrable. Y remarcaban que, si bien sería una solución definitiva para la población urbana de las localidades beneficiadas, iba a ser triste y doloroso para los sacrificados trabajadores rurales que iban a ver morir sus animales de sed, cuando por el medio de sus campos pasarían caños con millones de litros de agua por día.

Con estas expresiones trataban de hacer entender a los funcionarios del momento, de que había que pensar en un proyecto más amplio y equitativo, e inclusive hablaban de que era más económico para las arcas del Estado. La idea era clara y apuntaban a reivindicar una vieja lucha de generaciones pasadas que soñaban con el aprovechamiento de los ríos, con obras de manejo de agua y canalizaciones para beneficiar, no solamente a las poblaciones urbanas, sino también a miles de hectáreas de campos que hoy padecen los golpes de una sequía que se hace eterna.

Un pequeño productor recorre 5 kilómetros hasta una válvula de aireación del acueducto donde se produce un escape de agua. De allí carga con baldes y les lleva a sus animales.

Resulta inevitable recordar lo que este grupo de ciudadanos había advertido cuando se observa que algunos pobladores acuden a tratar de rescatar un poco de agua de las válvulas de aireación del acueducto donde se produce un escape hacia la superficie. Días pasado me encontré con hombre de avanzada edad, un pequeño productor de la colonia, que cargaba agua con baldes en un tanque de mil litros para luego trasladar 5 kilómetros con su carro y así poder darle a sus vacas que cuida para poder sobrevivir. Esa tarea la realiza cotidianamente, e inclusive cuando sus fuerzas le permiten, logra hacer dos viajes por día.

Escenas como estas, son parte de la vida cotidiana en este rincón del Chaco, donde la gente implora por un poco de agua, donde los animales mueren de sed y donde la asistencia del Estado no alcanza.

Es cierto que hoy, gracias a la majestuosa obra del acueducto, más de 100 mil habitantes de cuatro localidades tienen agua potable garantizada, pero hay otra parte de la población que sufre la angustia y la desesperación de esta dramática situación. También es cierto que no hay mucho por hacer contra los comportamientos de la naturaleza, y que este año nos dejó prácticamente sin grandes lluvias, pero es inexplicable cómo a esta altura de la historia no se hayan pensado en obras que permitan aprovechar este recurso, cuando en épocas de inundaciones no sabemos qué hacer con el agua.

No se puede entender la insensibilidad de los sucesivos gobiernos que no fueron capaces de construir perforaciones comunitarias o reservorios aptos para solucionar este drama que año tras año golpea fuerte a miles de familias que aun así, siguen apostando a vivir en este lugar que los vio nacer. Pero tampoco llega la asistencia necesaria en este contexto de emergencia hídrica donde ya se murieron cientos de animales por falta de agua o por falta de alimento.
Entonces, resulta difícil pensar en un desarrollo turístico, económico y social del Impenetrable, cuando la gente está perdiendo todo: sus animales, sus fuerzas y fundamentalmente sus esperanzas de sostener lo que tanto le costó obtener.

*Por José María Cuellar – (Publicada en Diario Norte)

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