Productores no cubren ni los costos con el valor del zapallo

Los bajos precios hacen que la cosecha se amontone en los campos. No hay compradores o los intermediarios pagan «nada» por la cosecha.
La siembra de zapallos en la provincia convoca a productores de la agricultura familiar, muchos de los que hoy no pueden comercializar la cosecha porque no hay compradores o bien debido a que el precio que les ofrecen siquiera les sirve para pagar los gastos del trabajo realizado.

El zapallo, a principios de año, tuvo en las verdulerías una cotización elevada por kilogramo de hasta 600 pesos por lo que el precio que debía pagar el consumidor era demasiado alto por la falta del producto. La poca oferta para la demanda existente hizo cotizar a la cucurbitácea a valores impagables para la quebrada economía de la mesa de los argentinos.
En la contracara de lo que ocurría hace pocos meses, el mismo producto actualmente se acumula en las chacras de los productores porque si venden al valor que les quieren pagar los acopiadores, «están regalando el trabajo». Es la misma historia de siempre en la actividad productiva primaria: elevados precios cuando escasea el producto y pagos mínimos cuando avanza la cosecha.
En la recorrida por la zona se observa, por ejemplo a la vera de la ruta nacional 95, en la zona de colonia Bajo Hondo en el departamento Comandante Fernández, la oferta a campo que hacen los productores para poder comercializar la cosecha de zapallos. Es el caso de Amalio González que con una pequeña mesa, en el camino de ingreso a su chacra y unas improvisadas pizarras en la banquina anuncia que «se vende zapallo».
La muestra exhibe las variedades texocabuto, coreanito y gris o plomo. El mismo panorama se da en otros lugares de la provincia, en los campos de los productores de la agricultura familiar que destinaron un buen monto de dinero para sembrar y ahora no pueden comercializar la cosecha.
PRODUCCIÓN ACUMULADA
El producto se amontona en los patios de los campos de pequeños agricultores que destinan entre una y hasta cuatro hectáreas para la siembra de las distintas variedades de zapallos. «En algunos casos excepcionalmente llegan a las ocho hectáreas con otras cucurbitáceas, como el melón y la sandía», mencionan campesinos del departamento Quitilipi que también están cosechando «y amontonando sin poder vender».
En el caso de Quitilipi, son aproximadamente treinta los productores que cultivan hasta cuatro hectáreas con calabazas o zapallos, la mayoría de ellos nucleados dentro del Consorcio de Servicios Rurales n° 2. En la consulta, expresan que «la inversión que se hace para sembrar cada hectárea es mucha, para que el producto final se pague nada».
Es de mencionar que «en el caso del cabuto, por hectárea, para sembra requiere de una inversión de ciento veinte mil pesos y la sandía, sembrada con una semilla híbrida, tiene un costo promedio de ciento sesenta mil». El monto comprende un valor aproximada de setenta mil pesos la semilla, «que al ser híbrida está cotizada en dólares». «La inversión se achica si se utilizan variedades y no híbridos, pero los rendimientos no son los mismos y la fruta no es la que busca el consumidor», dicen los productores.
PRECIOS DEPRIMIDOS
La fruta se va amontonando en los patios, en las cabeceras de los lotes y en los acoplados «porque no se puede vender». En los campos de El Tacuruzal, Pampa Esperanza y Pampa Verde, la agricultura familiar «produce alimentos, pero acobarda que al momento de la comercialización pretendan pagar valores que ni siquiera cubren los costos».
«El precio del cabuto en este momento, por chasis, es de cuarenta pesos el kilo y por equipo veinte pesos; en ventas por trescientos o cuatrocientos kilos se comerciliza a cincuenta pesos», resume uno de los agricultores en la recorrida de NORTE por las colonias del departamento Quitilipi.
El costo promedio para producir una hectárea es de ciento veinte mil pesos, «siendo el rendimiento aproximado, si el año viene bien, de cerca de ocho mil kilos por hectárea». En la multiplicación, si se vende un chasis el comprador pagará ciento sesenta mil pesos por esos mil kilos». Los cuarenta mil pesos de diferencia no son ganancia neta para el productor ya que se debe descontar lo que implica pagar a los ayudantes para cargar y el mismo trabajo de la familia. Es de mencionar que los números mencionados por los productores apenas comprenden el precio de los insumos, sin contabilizar el valor de trabajo que ellos mismos realizan y que debe ser tenido en cuenta al momento de hacer los cálculos del costo.
En la venta al público, «en la feria franca está entre ciento cincuenta y doscientos pesos el kilo de texocabuto, pero se estaba vendiendo a doscientos cincuenta pesos». «Los precios bajaron porque vino bien la cosecha tardía», señalaron finalmente.