El Papa Francisco autorizó la beatificación de Juan Pablo I

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El Vaticano reconoció como milagro la curación de una niña argentina de 11 años en 2011; la fecha en la que se lo declare beato será fijada por el sumo sumo pontífice.

Papa Luciani, como es llamado en Italia Juan Pablo I (Albino Luciani), será beato. El papa Francisco autorizó este miércoles a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto relativo al milagro atribuido a su intercesión, relativo a la curación inexplicable de una niña argentina.

Este ocurrió en Buenos Aires el 23 de julio de 2011, cuando Jorge Bergoglio era arzobispo de la ciudad y una chiquita que estaba muy grave, con “encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna y shock séptico”, repentinamente se curó.

“El cuadro clínico era muy grave, caracterizado por numerosas crisis epilépticas diarias y un estado séptico causado por una bronconeumonía. La iniciativa de invocar al Papa Luciani la había tomado el párroco de la parroquia a la que pertenecía el hospital, del que era muy devoto”, recordó Vatican News, el sitio del Vaticano.

Se abrió así el camino para la beatificación del pontífice veneciano, que ocurrirá probablemente el año que viene, en una fecha que decidirá Francisco. Papa Luciani es también conocido como el “Papa de los “33 días” y el “Papa de la sonrisa”, por su expresión siempre serena. Nacido el 17 de octubre de 1912 en un pueblo de la región del Veneto, en el nordeste de Italia, murió el 28 de septiembre de 1978 en el Palacio Apostólico del Vaticano, apenas 33 días después de haber sido electo al trono de Pedro el 26 de agosto de ese mismo año. Lo encontró sin vida en su apartamento pontificio la monja que le llevaba el café a su habitación cada mañana.

Su pontificado, de hecho, fue uno de los más breves de la historia de la Iglesia católica. Su muerte, debida a un infarto, 33 días después de su elección, causó gran controversia debido al secretismo con el que el Vaticano manejó el hecho y dio lugar a especulaciones de todo tipo, alimentadas luego por el libro del escritor británico David Yallop, In God’s Name: An Investigation into the Murder of Pope John Paul I (En nombre de Dios, una investigación sobre el asesinato del papa Juan Pablo I). Los rumores de asesinato, no obstante, quedaron totalmente desmentidos por un libro aparecido en 2017 de la periodista italiana Stefania Falasca (Papa Luciani: Cronaca di una morte), vicepostuladora de la causa.

Luciani fue el primer papa nacido en el siglo XX y también el último en morir en dicho siglo. Además, es el último pontífice italiano hasta hoy -luego vinieron un papa polaco, uno alemán y uno argentino- y el último de una larga sucesión ininterrumpida de papas italianos a lo largo de más de cuatro siglos, iniciada con Clemente VII en 1523.

Fue declarado siervo de Dios, el primer paso en el camino a la santidad, por su sucesor, Juan Pablo II, el 23 de noviembre de 2003. Y el papa Francisco confirmó su virtud heroica el 8 de noviembre de 2017, cuando lo proclamó venerable siervo de Dios, un segundo paso.

Hijo de un fabricante de vidrio, Luciani quedó huérfano de madre a los diez años. Entonces su padre, Giovanni Luciani, contrajo segundas nupcias con una mujer muy devota que pasó a ser determinante en la vocación religiosa del niño. Formado en el Seminario Menor de Feltre y en el Seminario Gregoriano de Belluno, Albino Luciani fue ordenado sacerdote en 1935, pasando ese mismo año a Roma, en cuya Universidad Gregoriana estudió filosofía y se doctoró en teología.

Ejerció como profesor y director del Seminario de Belluno antes de ser nombrado obispo de Vittorio Veneto en 1959, y patriarca de Venecia diez años después. En 1973 obtuvo el cardenalato y entró en la Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino. En sintonía con la corriente renovadora iniciada con el Concilio Vaticano II, participó en sus sesiones entre 1962 y 1965. Es sabido que prefería el trabajo pastoral al de la curia.

“Pasó mucho tiempo en el confesionario y fue un pastor cercano a su pueblo”, subrayó Vatican News, que recordó que durante los años en los que se discutió la licitud de la píldora anticonceptiva, Luciani se pronunció repetidamente en favor de la apertura de la Iglesia sobre su uso, tras haber escuchado a muchas familias jóvenes. Luego de la publicación de la encíclica Humanae Vitae, en la que Pablo VI declaró moralmente ilícita la píldora en 1968, no obstante, promovió el documento, adhiriéndose al magisterio del Pontífice.

Siendo patriarca de Venecia, Luciani sufrió mucho por las protestas que caracterizaron los años posteriores al Concilio. En la Navidad de 1976, en el momento de la ocupación de las fábricas del polo industrial de Marghera, pronunció unas palabras todavía muy actuales: “Hacer alarde de lujo, despilfarrar el dinero, negarse a invertirlo, robarlo en el extranjero, no sólo constituye insensibilidad y egoísmo: puede convertirse en provocación y acumular sobre nuestras cabezas lo que Pablo VI llama ‘la ira de los pobres con consecuencias imprevisibles’”. “Gran comunicador, escribió un exitoso libro titulado “Illustrissimi”, con cartas que escribió e idealmente envió a los grandes del pasado con juicios sobre el presente. Concedió especial importancia a la catequesis y a la necesidad de que quienes transmiten los contenidos de la fe se hagan entender por todos”, también destacó el portal del Vaticano.

Después de ser electo al trono de Pedro en un cónclave que duró un día, el 26 de agosto de 1978, eligió un doble nombre, Juan y Pablo, en gratitud a los papas que lo habían nombrado obispo (Juan XXIII) y cardenal (Pablo VI) y para marcar “un camino de continuidad en la aplicación del Concilio”.

Más allá de su sonrisa y la brevísima duración de su papado, se lo recuerda por haber abandonado el uso del “nosotros”, es decir, del plural maiestatis, y por haber rechazado en los primeros días de pontificado el uso de la silla gestatoria. En las escasas audiencias de los miércoles que presidió, llamó la atención por hacer encuentros de catequesis, por hablar sin texto escrito, citar poemas de memoria o invitar a subir a un niño y a un monaguillo.

Fuente: Elisabetta Piqué para LA NACION.

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