Por su trabajo en el monte Impenetrable, Micaela Camino premiada por National Geographic

A Micaela Camino, de 42 años, desde hace unas semanas, un mail le generó una mezcla de sensaciones: ansiedad, alegría y shock. En aquel mensaje, la National Geographic Society le comunicó que ganó el Buffet Award 2025 al liderazgo en conservación. Es una de las dos personas que lo obtuvieron en el mundo. La otra fue el conservacionista de República Democrática del Congo, Jackson Kabuyaya Mbeke.
“Fue una sorpresa. Yo no sabía. No es que te nominás o te postulás o te avisan. Es algo que sucede. Me quedé reshockeada”, describió Camino en diálogo con LA NACIÓN.
Ella es porteña, aunque su acento no lo revele. Vive en Chaco hace 15 años, pero creció en Villa Crespo y después en Colegiales, Palermo, Almagro y Boedo. “Esa zona que es bien de cemento”, añadió la bióloga Y doctora en ecología. El premio que ganó fue resultado de un intenso trabajo que hace tanto ella como el grupo que lidera en el bosque del Gran Chaco Argentino llamado “Proyecto Quimilero”.
El pecarí quimilero, que es el más grande de esta especie en el mundo y solo vive en esa zona del norte del país. Camino explicó que este animal, más que su objeto de estudio, es una excusa, o más bien un símbolo que le permite hacer un trabajo mucho más complejo y profundo que el de estudiarlo.
“Es una especie muy adaptada al lugar. Si no está ahí, no va a estar en ningún lado. Puede sobrevivir un montón de meses sin agua, anda por esos montes espectaculares, pero difíciles. Y lo que pasa es que quedan muy pocos. En especial por el desmonte que hay en Chaco y en las provincias cercanas. Entonces, además de monitorear a este chancho de monte, lo que hacemos con mi equipo es trabajar con las comunidades para desarrollar lo que en el mundo conocen como community based conservation”, explicó Camino.
Este concepto, la conservación basada en comunidades, se asienta en un paradigma que no es nuevo, pero sigue siendo disruptivo en el mundo de la ecología, que plantea que la conservación no es posible si no es trabajando con los habitantes de la zona. Camino ha implementado distintos proyectos vinculados con el estudio y trabajo con comunidades indígenas y rurales en la región del Chaco Seco para poder conservar este bosque, que es el segundo más grande de América del Sur después del Amazonas. Por esto es que el martes próximo, la bióloga recibirá en Washington el galardón.
En diálogo con LA NACIÓN, Camino habló sobre su actividad en Chaco, sobre la premiación internacional y sobre las dificultades que ha tenido que atravesar tanto en su trabajo en territorio como tras la caída del presupuesto del Conicet.
‐Viajará en unos días a Estados Unidos, ¿cómo está en este momento?
‐Es una locura porque tengo que comprar cosas, tipo ropa y folletitos que quiero llevar. No tengo ropa para las entregas de premios y todos los eventos. Entonces, tengo que pedir prestado, buscar zapatos… son realidades que no suelo vivir, me estresan bastante. También estoy muy ansiosa, sobre todo porque me di cuenta de que la gente que voy a conocer, mis colegas, son increíbles. Mientras sigo trabajando en nuestras publicaciones dentro de Proyecto Quimilero.
‐¿Por qué surgió este proyecto?
‐Creo que fue en 2013 o 2014 que llegó el desmonte a las áreas de trabajo donde estábamos. O sea, el desmonte en Chaco ya estaba obviamente sucediendo, es uno de los más rápidos del mundo, pero de repente lo ves con tus ojos, lo vivís, lo ves en las comunidades con las que trabajás sufriendo ese crimen. Mucha gente que vivía ahí era estafada para vender sus tierras o irse de ahí. Se empezó a escuchar todas esas cosas, muchos conflictos dentro de las comunidades o entre vecinos, cosas que por ahí hasta ese momento no habíamos vivido. El mismo Estado abusa de estas poblaciones. Entonces, ves gente desvaneciéndose de hambre, que no tiene acceso a la salud y que a su sistema tradicional de salud lo destruyeron.
‐¿Y esto qué tiene que ver con el quimilero?
‐Este pecarí no puede vivir sin el monte, tampoco la gente que vive ahí. Pero en su momento, le dije a un colega con el que sigo trabajando que se llama Hugo. Le dije “Hugo, agarremos el quimilero, que es una especie superamenazada, nos enfocamos en esa especie y la tomamos de bandera localmente, pero también de paraguas para poder trabajar con todo el socioecosistema del bosque”. No diría que fue una excusa, pero fue como un buen símbolo para contemplar el todo en esta zona de Chaco.
‐¿Por qué las comunidades para pensar en conservación?
-Si nos ponemos en extremistas, te diría que hay dos paradigmas. Uno donde decís: “Hay que cerrar todo, sacar a la gente de acá y hacer un área protegida como si no fuéramos parte de la naturaleza”. Pero ese paradigma trajo muchísimos problemas relacionados con la violación de derechos humanos y conflictos. Y la verdad es que los ecosistemas que quedan en el mundo, si vos te fijás, en gran medida están en territorios indígenas o de familias campesinas.
‐¿Por qué fue a Chaco?
‐Primero, porque es gigante, o sea, el hecho de que sea una de las ecorregiones más grande del continente después de Amazonía o el bosque seco, tropical, subtropical, que es más grande del mundo, es increíble. Cuando vos llegás ahí de algún modo yo sentí esa inmensidad y a mí me gusta esa idea de que no termine.
‐Debe ser difícil trabajar en esa provincia…
-Las condiciones son difíciles y requieren personalidades que les guste eso. No todo el mundo tiene ganas de estar a 45°C buscando datos. Mucha gente me decía que no lo iba a poder hacer. Es difícil el monte, el bosque es muy cerrado, entonces transitarlo es difícil. La falta de agua superficial también es un problema. Te llegás a perder, tenés un problema muy grave porque no hay agua. Es como un desierto de algún modo.
‐¿Cuándo llegó allí?
-A Chaco llegué en 2009, fui para el doctorado. No sabía que iba a hacerlo y me pareció muy lindo. Me gustó mucho el paisaje. Estar dentro de ese bosque buscando huellas de animales. Es mi casa y mi hogar. Mi hijo nació en NEA. Ahí conocí a Sara que es mi pareja hoy. De hecho, con ella empezamos a recorrer el monte y las comunidades. Nos conseguimos dos bicicletas y empezamos a trabajar mucho sobre la percepción, sobre los problemas ambientales y los problemas de conservación. Ahora tengo estudiantes de doctorado.

‐¿Dirige estudiantes?
-No sé si estoy para dirigir, pero me llegó gente tan comprometida, tan interesada en momentos y con propuestas que tenían que ver con lo que yo estaba por hacer, que algunos estudiantes fui aceptando. Hay mucha gente con ese perfil ahora, aunque el último año acepté muchos menos.
‐¿Por qué lo hizo?
-Los estudiantes de doctorado que iban a entrar, algunos no los quise presentar porque me parece muy desgastante el proceso de competición para entrar a un doctorado en Conicet. Es supercompetitivo, superdedicado, los chicos se ilusionan y este año no iban a salir, no iba a pasar.
‐¿Se refiere a los conflictos con el otorgamiento de becas en el Conicet?
-Justo, presenté una sola chica que sí le salió. Tenía chances, pero tuvimos que cambiar bastante su proyecto, porque sabemos que los temas que abordamos no son prioritarios.
‐¿La caída del presupuesto los afectó?
‐No de forma directa, casi todos los fondos que tenemos en Proyecto Quimilero vienen de afuera. Nos puenteamos al Estado. Eso sí, los estudiantes con los que trabajamos, o colegas del INTA y demás, ahí se ve el golpe. Nosotros lo vemos acá.