Qué representa el crucifijo milagroso al que el papa Francisco le rezó para frenar el coronavirus
Se trata del Cristo de madera ubicado en la iglesa San Marcello, que en 1522 fue llevado en procesión por las calles de Roma para acabar con la “Gran Peste” de aquel entonces
El papa Francisco se acercó al Cruficijo de la «Gran Peste» durante la extraordinaria bendición «Urbi et Orbi» en el Vaticano este 27 de marzo de 2020 (REUTERS/Yara Nardi/Pool)
Por primera vez en la historia milenaria de la Iglesia católica, el papa rezó este viernes en solitario ante la inmensa plaza vacía de San Pedro y brindó la bendición y la indulgencia plenaria al mundo por la pandemia de coronavirus que lo azota.
En una alusión al papel de la Iglesia durante las pestes que azotaron a Europa en el pasado, el pasado 15 de marzo el papa salió del Vaticano para rezar ante el crucifijo de la iglesia romana de San Marcello, que fue sacado en 1522 en procesión por los barrios de Roma para invocar el fin de la peste que la asolaba, por lo que se considera “milagroso”.
Este viernes la imagen de Cristo en la cruz ha sido trasladada a la Basílica de San Pedro para la indulgencia del papa Francisco.
Se trata de un crucifijo de madera que quedó intacto en un incendio en 1519 y que tres años después fue cargado por los fieles en una movilización por los barrios de Roma y se cree que salvó a la ciudad de la «Gran Peste» de 1522.
La cruz se encontraba en la iglesia de San Marcello, situada en la importante calle Vía del Corso, cuando la noche del 22 de mayo de 1519 se generó un violento incendio que destruyó el templo por completo. Los historiadores cuentan que al amanecer la población romana se acercó a ver los escombros y encontraron allí el crucifijo intacto colgado en el altar principal iluminado por una lámpara de aceite que seguía encendida. Los creyentes exclamaron de inmediato que era un milagro y comenzaron a reunirse todos los viernes en ese lugar para rezar y encender lámparas al pie de la imagen.
Luego, en 1522, la «Gran Plaga» azotó tan fuerte a Roma que se temía que la ciudad perdiera a todos sus habitantes. En una arriesgada maniobra, los frailes de los Siervos de María decidieron llevar el Crucifijo desde la iglesia de San Marcelo hasta la Basílica de San Pedro. Las autoridades romanas temían por el riesgo de contagio y trataron de evitar la procesión religiosa, pero la angustia colectiva hizo que los creyentes obviaran la prohibición y la imagen fuera transportada por un impulso popular.
Dicha procesión duró varios días por toda la zona de Roma y cuando el Crucifijo regresó a la iglesia de San Marcello la plaga había terminado y los romanos se habían salvado.